Páginas

sábado, 22 de octubre de 2016

Rascar y ganar (actualizado)

El otro día asistí a un recital que organizó en mi pueblo una chica, que es arte en sí misma. Decidí llevar una versión "mejorada" de una de las entradas de este blog, que se titula 'Rascar y ganar'. Aquí lo dejo.


Ya ha anochecido cuando entro corriendo a casa. Llevo la ropa mal colocada y la cara roja e hinchada. Cierro la puerta con llave y me apoyo en ella. Por fin a salvo. Estoy tan mareada que en mi mente se están amontonando todos los detalles que puedo recordar. Me llevo las manos a la cabeza y me dejo caer al suelo. No puede ser, no me ha podido pasar esto a mí. No me lo creo, me niego a creerlo. Cierro los ojos, convenciéndome de que estoy en una pesadilla. ¿Cómo ha podido pasar esto? ¿Por qué a mí? No puedo parar de llorar, ni siquiera noto que lo esté haciendo, pero veo las lágrimas caer de mis mejillas. Sigo con los ojos cerrados y sólo veo su boca. Le olía a alcohol y la ha acercado a la mía. Me ha pasado la lengua por la cara. Siento arcadas sólo de recordarlo. Me duele muchísimo el pecho, siento una gran presión justo aquí. No puedo respirar, me falta el aire. Tengo el cuerpo como dormido, como si yo no lo controlara. Me miro la ropa arrugada y rota y de pronto me está dando mucho calor, me pica, me estorba. Me estoy ahogando. Necesito lavarme, necesito quitarme esta sensación de encima. Aún siento sus manos sobre mí. Me quito la ropa intentando arrancarla, me da mucho asco. Ni siquiera me doy cuenta de cuándo me he metido en la bañera, es como si apareciera aquí de repente. Veo como mi mano se acerca al grifo y no soy consciente de haber movido el brazo, sólo soy capaz de fijarme en que tengo los nudillos rascados y me sangran. No me había dado ni cuenta. Giro el grifo lo máximo que se puede a la izquierda para que salga agua muy caliente y en cuanto sale el chorro y me toca los pies, siento como si me acabaran de clavar un cuchillo, como si me acabara de echar alcohol en una herida. Empieza a salir vapor de agua, pero no noto el calor. La bañera se va llenando conmigo dentro y sólo puedo quedarme mirando. Cuando me llega por debajo de los pechos, cierro el grifo y empiezo a rascarme con las uñas la piel de las muñecas. Es raro, pero me estoy haciendo mucho daño y noto una sensación casi reconfortante. Noto de verdad cómo me quito de encima toda esta suciedad. Cuando ya me he rascado medio brazo, lo sumerjo en el agua y froto. Duele. Duele muchísimo. Pero he de seguir. Saco el brazo, lo miro y lo veo limpio. No me puedo creer que esto funcione. Sigo rascándome hacia arriba, hasta llegar al cuello. Aquí utilizo las dos manos y puedo notar cómo me estoy levantando la piel. No quiero ni un sólo rastro de su saliva. Bajo la vista y veo mis pechos morados. Dirijo un dedo y casi no me he tocado, pero ya siento el dolor. Los tengo llenos de moratones. Tengo los pezones en carne viva. No puedo ni tocarme. Cojo el teléfono de la ducha, pongo el chorro más fuerte que se puede y lo dirijo a mis pezones. Quema, quema, quema. Dios… No puedo. Sigo, sigo bajando hasta mi vagina. Está roja y me quema. Cojo la esponja y froto, pero no me parece suficiente. Pongo un poco de gel exfoliante y me lo restriego lo más fuerte que puedo. Escuece muchísimo. No puedo más… Por favor, no puedo más… Y paro, no lo aguanto más. Veo toda el agua roja, ni siquiera se ve el fondo de la bañera. Me miro el cuerpo, y estoy sangrando. Al menos, pienso, estas heridas cicatrizarán algún día.