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martes, 17 de abril de 2018

La tristeza de Trevor


Trevor era sólo un pececito flotando en mitad del océano. Nadar hacía tiempo que le aburría, así que dejó de hacerlo. ¿A eso iba a limitarse su vida, a nadar de aquí para allá sin propósito alguno?
Trevor era sólo un pececito deprimido que soñaba con volar, con sentir el aire en su cuerpo y poder escapar de las limitaciones del océano. Nuestro pobre amiguito había nacido en la mitad equivocada del paisaje. Estaba cansado del agua. El océano puede parecer inmenso, pero para Trevor no era más que una prisión comparado con la inmensidad del cielo.
Deseaba volar, ver el mundo desde arriba. Deseaba ver el mar y sentir el sol. El océano era muy oscuro para Trevor. Demasiado profundo y peligroso para un pececito como él: ordinario, miedoso y pequeño.
Se dedicaba a nadar de vez en cuando, si a eso lo podemos llamar nadar. Se dejaba arrastrar por la corriente, aunque pudiese perderse. Él ya se sentía perdido. Sin embargo, Trevor prefería flotar en su lugar, en su casa.
Imagínense a un pequeño pez, flotando en el océano, solo, a oscuras, mirando hacia arriba. Trevor pasaba días así, soñando. Deseaba tanto tener alas y poder salir del agua que a veces creía que las tenía de verdad y subía a la superficie. La asfixia que de pronto sentía le devolvía a la realidad. ¿Pueden imaginarse a un pececito llorando? Trevor lloraba sobre mojado, sin que nadie pudiese notarlo. Aunque tampoco hubiese nadie a quien le pudiese importar.
Como analogía de lo que Trevor sentía, cada vez flotaba a más profundidad, más cerca de la oscuridad. Pero como en toda historia, ya que esto no deja de ser una historia, un día el sueño de Trevor se cumplió. En una de sus ensoñaciones, nuestro amiguito nadó hacia la superficie. Antes de que pudiera llegar a la fina línea que separaba el océano del sueño de Trevor, sintió cómo le arrancaban del agua. Lo primero que vio fue un ala repleta de plumas y media cara de lo que parecía ser una gaviota. Trevor ignoró las dificultades para respirar y miró hacia abajo. ¡Estaba volando!
Y así fue. Durante unos segundos, nuestro pobre y triste pececito estuvo en el aire. Durante unos escasos segundos, en los que fue más feliz que en toda su vida, Trevor por fin voló.