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sábado, 16 de marzo de 2013

Embotamiento crónico

Hoy es el día. Hoy es el gran día.
Coge el botecito marrón, el único amigo que ha tenido estos días, y se sienta en la cama. Se ha puesto sus mejores galas, por si acaso. También ha ordenado su cuarto, así está mejor. Lo abre, se siente como una niña pequeña que va a comer las galletas prohibidas. 


A ver... Una... Una por la vida. Dos por las dietas de mi madre. Tres por las burlas de las chicas del colegio. Cuatro... Cuatro por estas piernas. Cinco por la talla 34 en la que nunca cabré. Seis por toda la lechuga que he comido. Siete por Andrés. Ocho... Ocho por la secretaria de Andrés. Nueve por la guarra de la secretaria de Andrés. Diez porque él la prefirió a ella. Once... 



Ya está bastante mareada... Los ojos se le cierran, pero se esfuerza en mantenerlos abiertos. Quiere sentirlo todo. Necesita abrir la boca para respirar; le falta oxígeno. Sólo un poco más.



Once por los "gorda" que me han soltado. Doce por... Doce porque sólo soy una foca. 



Las lágrimas acompañan a sus frenéticos dedos que entran y salen del botecito marrón, llevando el contenido a su boca.



—¿Trece? Trece por mi suerte. Ca... Catorce por el amor que... Que me han negado tantas veces. Quin... Quince por las chicas a las que no me parezco... 



La última, ya no hay más. Puede que la suerte le sonría por primera vez en la vida.



—Die... Di... Dieciséis... Por mí y...



Su cuerpo cae, sobre el almohadón puesto a propósito, a la vez que el botecito de Prozac.


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