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domingo, 5 de mayo de 2024

A mi padre


Me ha parecido verte en un reflejo, en un rayo de sol, en la luna sobre el agua, en la ventana del metro, en un charco, en una cenefa de la pared. También me ha parecido oírte en el eco de un túnel, en un silbato lejano, un pájaro distraído, el tintineo de unas llaves… Sé que seguiré sintiéndote en las cosas y, aunque así estés cerca, no quiero despedirme de nuevo. Entonces, entro en contradicción: con el pasado y el futuro, el dolor y el amor, lo que fue y lo que pudo ser, mi niña y mi mujer. Me precipito como un tren que ha llegado al punto donde la vía está rota y le es demasiado tarde para frenar. Borboteo como el agua hirviendo. Tiemblo como la última hoja que ignora el otoño. Siento por encima de mis posibilidades, como si mi cuerpo irradiara un calor insoportable, un naranja parecido al del amanecer, como si en cualquier momento fuese a entrar en combustión. No sé si esa explosión sería de las que crean universos o de las que destrozan vidas. Mi fragilidad ahora mismo es la de una bomba y estoy haciendo lo que puedo para no detonarla. Busco un espacio seguro donde dejarla, donde poder desactivarla, pero ¿cómo voy a encontrar seguridad en un mundo que se te ha llevado? Que nos ha arrebatado la oportunidad de ser y de estar. Que no nos ha dado más tiempo, como si no lo mereciéramos. Como si no nos lo hubiésemos ganado. Un mundo que no te ha tratado bien, que no ha creído un poquito más en ti, que no te ha dado un respiro. Un mundo que parece una ilusión, una mentira, una estafa. Que no es justo, que no nos quiere. Un mundo que nos exige y nos quita. Un mundo sin ti. Sin mi padre. Sin esa parte de mí que eras tú y sin esa parte de ti, que ya nunca más seré yo.

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