como
no me ha querido
nadie.
Sin esfuerzo, sin recompensa, sin castigo.
como
no me ha querido
nadie.
Con exageración, con cátedra, con sentencia.
como
no me ha querido
nadie.
A ti, a mí, a quien haga falta.
como
nadie.
como
no me ha querido
nadie.
como
no me ha querido
nadie.
como
no me ha querido
nadie.
como
nadie.
—No tengo familia —susurró.
Esas palabras resonaron en todo mi cuerpo y cerré los ojos para que no se escaparan. Me explicó que tenía un padre y una madre, hermanos y hermanas, tíos y tías, primos y primas… Tuvo abuelos y abuelas en algún momento, recordaba. Si tenía familia, pero no la tenía a la vez. Ella no era hija, no era hermana, ni sobrina, ni prima, ni siquiera nieta. Nadie le reclamaba serlo, a nadie le importaba si lo era o no. No había una mesa a la que poder sentarse, ni un abrazo en el que encajara, ni besos que la esperaran. Tampoco tenía un hogar al que regresar, ni nadie que le preparara su comida preferida, porque ni tan sólo sabría cuál era. Había silencio, roto a veces por conversaciones superficiales. Quería formar parte de algo, de perderse en lo colectivo y de tener cosas preestablecidas, como cumpleaños, navidades, vacaciones… Quería no necesitar ganarse el amor de nadie, sino que la quisieran por defecto, aunque fuese un poco. Que a alguien le apeteciera pasar tiempo con ella de vez en cuando, saber de sus intereses y que la tuviesen en cuenta sin pedirlo explícitamente. Que simplemente la dejaran entrar. Me explicó todo esto, pero no con palabras. Cuando me di cuenta, ya no era minúscula, sino que la tenía cogida en brazos, con su cabeza apoyada en mi hombro. La apreté contra mí, notando mi cara mojada y volvió a susurrarme.
—¿Nos duele menos siendo adultas?
Ver una gaviota perdida en el centro.
Mojarme la cara y enterrarla en la toalla.
Crujirme un dedo.
Quitarme el sujetador.
Recogerme el pelo.
Mirarme en el espejo.
Reírme fuerte.
Contarme lunares.
Morderme los labios.
Notarme el pulso.
Sentirme menos sola.
Sentirme.
Te recuerdo en las marcas de pintura de la pared.
Te escucho en una música pasada de moda que ya sólo suena en mí.
Te noto en el olor del café y el tabaco.
Te resiento en cada mensaje que me escribes.
Te odio por cada sonrisa tuya en tus fotografías como te quise por cada sonrisa tuya en nuestras fotografías.
Te ignoro cuando no puedo.
Te pienso cada vez que me rompen el corazón.
Te maldigo en mis pesadillas.
Te grito por cada lágrima que moja su cara.
Te siento en el hueco que dejaron tus cosas.
Y, aun así, no estás lo suficientemente lejos.