He intentado alargar este momento lo máximo posible, pero los párpados me pesan y los ojos me pican. Estás ya dormido y me tumbo a tu lado intentando no hacer evidente mi presencia. Espero a que mi vista se adapte a la oscuridad y te miro, te perfilo. Me gustaría besarte, pero me conformo con reproducir en mi cerebro lo que siento cuando mis labios tocan tu piel, tu olor y tu suavidad. Satisfecha en gran parte, me giro y te doy la espalda. Abrazo la almohada y me dejo abrazar por la colcha, hundiéndome y casi escondiéndome debajo de ella. Aquí el miedo no me encontrará. Ahora viene lo complicado: apagar la máquina, descansar, cerrar por hoy. Escucho mis latidos y tu respiración. ¿Dónde está la mía? No soy capaz de recordar cómo se respira, cómo el aire suele entrar en mis pulmones. Abro la boca y aspiro con fuerza, tanta que me hace toser. Oigo cómo te mueves y gimoteas. Me quedo inmóvil, notando que el cuerpo me pide oxígeno de nuevo. Me concentro y me fuerzo a respirar, pero apenas siento que lo esté haciendo. Quiero avisarte, hablar, gritar… Y sólo puedo llevarme las manos a la garganta. Abro la boca, toso, vuelvo a abrir la boca, vuelvo a toser. Mis piernas tiemblan sin control, me cosquillean las manos y los pies. ¿Me estoy asfixiando? Siento la cara mojada y no sé si es por sudor o por lágrimas. Escucho mi voz, pero no la reconozco. Estoy respirando tan fuerte que me quema la garganta. Cuando intento coger aire, mi cuerpo lo expulsa con una convulsión. No sé cuánto más aguantaré así…
—¡Berta! ¡Berta!
Sé que estabas a mi lado, pero ahora te oigo en la lejanía. ¿Dónde estás? ¿Dónde estoy?
—¡Eh! ¡Berta, despierta! —gritas mientras me zarandeas.
"Estoy despierta", pienso. De pronto, se ilumina la habitación y me doy cuenta de que tengo los ojos abiertos.
—Ven, era una pesadilla… Ya está. Estás bien, estás a salvo. Tranquila, sssh…
Me abrazas y me apoyas en tu pecho. Parece que funciona y noto cómo mi cuerpo se deja estrechar. Me desplomo encima de ti y me acaricias el pelo mientras me meces ligeramente.
—Ya está, era sólo una pesadilla —susurras.
Pero no lo era.
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